Dharma in Spanish

¡Bienvenidos a nuestra nueva sección de Dharma en Español! Aquí en Tricycle reconocemos la importancia de seguir ofreciendo el dharma a los practicantes de una amplia gama de comunidades, y dado el creciente interés en el dharma en español, hemos puesto en marcha una nueva iniciativa para ofrecer enseñanzas originales y traducidas. Profesores de habla hispana de Latinoamérica y Europa han contribuido generosamente con charlas de dharma y prácticas que publicaremos en nuestra página web y en la revista, así como con artículos seleccionados de nuestra Sección de Enseñanzas. Esperamos que estos artículos cuidadosamente seleccionados les inspiren, desafíen y apoyen, y que también animen a todos aquellos que buscan la liberación a recorrer el camino de la práctica.  

No dudes en hacernos llegar tus comentarios o sugerencias. Nos encantaría saber de ustedes.

Welcome to our new Dharma in Spanish section! Here at Tricycle we recognize the importance of continuing to make the dharma available to practitioners across a wide range of communities, and given the increased interest in Spanish dharma, we’ve started a new initiative to offer ongoing original and translated teachings. Spanish speaking teachers from both Latin America and Europe have generously contributed dharma talks and practice pieces that we’ll be publishing in our website and print magazine, as well as selected pieces from our Teachings section. It’s our hope that these carefully curated offerings will inspire, challenge, and support you and encourage all those seeking liberation to walk the path of practice.  

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Hay una oración budista que habla de la vida humana como “el océano de la existencia con sus olas de nacimiento, envejecimiento, enfermedad y muerte”. Las tres últimas son también las “señales” que Siddhartha Gautama vio antes de abandonar su cómoda vida de palacio y, espoleado por una cuarta señal—la visión de un mendicante errante—partió en busca de la liberación. Para la Venerable Jissai Prince-Cherry, sacerdote budista zen, fueron tres de estas “olas”—el nacimiento de su hijo, una dolorosa enfermedad y una muerte desgarradora—las que la pusieron firmemente en el camino a la libertad.

“Cuando nació mi hijo, me di cuenta de que ya no veía mi carrera en la Fuerza Aérea como antes. Llegaría el día en que tendría que dejarlo al ser desplegada, y pensé: no puedo hacerlo. No lo haré”.

En 1994, un año después de terminar el servicio militar, Jissai requirió una pequeña operación. Mientras se recuperaba en casa, se dio cuenta de lo infeliz que era. A pesar de tener un buen trabajo, una familia maravillosa y todo el dinero que necesitaban, había en ella algo que no podía identificar. Así que cuando tres programas de entrevistas que estaba viendo en la televisión presentaban segmentos sobre meditación, lo tomó como una señal—una versión moderna de la cuarta señal con la que se encontró Buda. Fue a la biblioteca pública, escogió un libro y, convencida de que era lo que buscaba, empezó a practicar meditación.

“Me identificaba como cristiana, pero no era practicante”, dijo. “No tenía motivos para rechazar los libros budistas de la biblioteca. Más bien, buscaba una razón para descartarlos, así que decidí leer el libro de aspecto más budista que encontré”.

Ese libro era Lo que enseñó Buda, de Walpola Rahula. Y, para su asombro, Jissai encontró reflejadas en esas páginas sus propias verdades. Consultó otro libro, y este también confirmó lo que sentía, así que empezó a practicar con un grupo zen local. Al año siguiente, al marido de Jissai le ofrecieron un ascenso en Rochester, Nueva York, y ella aprovechó la oportunidad para practicar con el Centro Zen de Rochester (CZR). Un taller introductorio la llevó a un retiro, luego a otro, y en poco tiempo se encontró practicando en el centro lo más que podía. Incluso cuando su familia se trasladó a Kentucky dos años más tarde, continuó con el CZR y, con el apoyo de su maestro, Roshi Bodhin Kjolhede, estableció un grupo de meditación en Louisville.

Una vez más, las olas surgieron, esta vez la repentina muerte de su marido en 2011 mientras Jissai estaba de retiro en Nueva York. Atrapada entre el dolor y el impulso de la práctica que había establecido, Jissai intensificó su entrenamiento zen. Sus hijos habían crecido y ella contaba con apoyo financiero, lo que le permitió viajar regularmente entre Rochester y Louisville.

Las historias hablan de una manera que las explicaciones de la teoría y la doctrina budistas no lo pueden hacer.

En 2018, Jissai se convirtió en sacerdote novicio en la Orden de las Tres Joyas de la Sangha Nube-Agua (la asociación de centros y grupos zen dirigidos por estudiantes de Roshi Kjolhede). La mitad de su formación para la ordenación monástica tuvo lugar durante el aislamiento de COVID, pero el CZR, al igual que otras comunidades espirituales que restringieron sus actividades en persona, realizó sus actividades en línea. “Fue una verdadera bendición”, afirma Jissai. “Había sesiones de meditación dos veces al día, charlas zen y sesshins mensuales. Mi formación continuó sin saltos”. En 2022, Jissai fue ordenada como sacerdote budista zen de la Orden de las Tres Joyas.

Al describir su estilo de enseñanza, Ven. Jissai Prince-Cherry dice: “Soy más bien una narradora. Al igual que Buda utilizaba los cuentos Jataka, yo cuento historias para ilustrar un punto. No importa si los ‘hechos’ de la historia son ciertos o no. Lo esencial es el punto de la historia. Las historias hablan de una manera que las explicaciones de la teoría y la doctrina budistas no lo pueden hacer. Las historias dan vida a las enseñanzas”.

Para escuchar las charlas de Ven. Jissai Prince-Cherry, visite el podcast del Centro Zen de Rochester en rzc.org/library/archives-podcast.


P: ¿Qué es la “mente de principiante” y por qué es importante cultivarla?

R: La “mente de principiante” es un término popularizado por Roshi Shunryu Suzuki, del Centro Zen de San Francisco, en su libro Mente zen, mente de principiante. Su famoso dicho es: “En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto, hay pocas”. La mente del principiante es muy abierta. Es una mente infantil; no nos aferramos a lo que sabemos o creemos saber, por ende, libera posibilidades. Es espaciosa y vacía.

En la tradición Zen que yo practico, utilizamos el término “no saber” indistintamente del término “mente de principiante”. Para conocer algo, necesitamos un sujeto y un objeto. Hay un conocedor que conoce algo, alguna “cosa”, alrededor de esta cosa, hay barreras, hay una caja y una etiqueta (para nombrarla). Pero este tipo de conocimiento crea distancia. Crea una brecha entre el conocedor y lo conocido. Sin embargo, la vida no es así. Las líneas entre conocedor y conocido, entre sujeto y objeto, son mucho más ténues de lo que imaginamos. La mente del principiante funciona antes de que el sujeto y el objeto se hayan dividido en dos. El no saber es un conocimiento íntimo.

A pesar de lo que pueda parecer, la mente del principiante no es ni anti-intelectual ni ignorante. Deja a un lado el conocimiento para permanecer con las manos vacías, con la cabeza vacía. No es malo tener la cabeza vacía. Durante sesshin, por ejemplo, nuestros retiros en silencio, hacemos unas diez horas de meditación cada día por dos a siete días. Para sesshin, es muy útil tener la cabeza vacía.

Hace poco dirigí un sesshin en el Centro de Retiros Chapin Mill del Centro Zen de Rochester. Asistieron personas que habían hecho muchos, muchos retiros, y había gente que era nueva.

Algunos de los veteranos tenían la cabeza llena de sus experiencias en sesshines anteriores, mientras que los principiantes no tenían ni idea de lo que les esperaba. Aportaron frescura al retiro porque carecían de conocimiento. Ciertamente habían oído hablar de lo que ocurre durante sesshin, habían leído sobre ello, tenían el programa, así que no eran ignorantes, pero como nunca lo habían hecho antes, no llevaban el peso de experiencias pasadas. Eran libres.

La mente llena de conocimientos de un experto no es libre. Es como un punto al final de una frase. Ya está. Fin. En cambio, una mente que no sabe es un signo de interrogación. Está abierta y dispuesta a todo.

Lo bueno es que no tenemos que emprender un proyecto especial para cultivar la mente de principiante; accedemos a ella simplemente practicando. Mediante la absorción en la respiración, un koan o shikantaza (“solo sentarse”), recuperamos la mente despejada de conocimiento. Al volver una y otra vez al no-saber, experimentamos de primera mano las palabras de Sócrates: “La sabiduría comienza en el asombro”. Nos damos cuenta directamente de que la intimidad, la ilimitación y la libertad son nuestra verdadera naturaleza. La mente del principiante es nuestra herencia.

—JP-C

This article previously appeared on Tricycle as Meet a Teacher: Venerable Jissai Prince Cherry.

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